(2) EL ABOGADO DEL DIABLO, de Sidney Lumet.

TURBIO RELATO PROCESAL
Sidney Lumet regresa a la gran pantalla con un thriller que narra la turbia relación entre una abogada de prestigio y un playboy acusado del asesinato de su esposa, interpretados por Rebecca De Mornay y Don Johnson. Tras Una extraña entre nosotros (1992), el veterano realizador acomete ahora un film de menor presupuesto, como si volviera a sus orígenes de artesano formado en TV, limitándose a aplicar una discreta pero eficaz puesta en escena que le permite explotar el guión de Larry Cohen y los actores protagonistas. En este sentido, Lumet sortea hábilmente las limitaciones de este tipo de relato procesal, de acción estática y ligada a diálogos prolijos, manteniendo el interés por el duelo dialéctico entre cliente y letrado.
Los interiores se reducen a unos despachos fríos y asépticos en lo alto de los rascacielos y a la sala de juicio, lugares donde la mujer, en la cima de su éxito profesional, siente el poder alcanzado. Los exteriores están vistos desde arriba, como recuerdo de la muerte de la mujer del playboy y vaticinio de la abismal caída que puede depararle el caso a la abogada. Entre ella y su cliente se establece desde el principio un serie de intereses contradictorios. Él no tarda en aparecer como una víctima ante ella sirviéndose de su atractivo, una baza que ella piensa en utilizar también ante los medios de comunicación en beneficio propio. Pero llegado el momento, que Lumet no demora con sospechas tramposas, él se revelará culpable e intentará llevar hasta el final su pulsión suicida. La tensión se concentra en el pulso psicológico entre la mujer independiente y competitiva y el astuto donjuan, un crápula exhibicionista y desagradable que no le proporciona al espectador más interés que su atractivo físico.
Al contrario que los thrillers eróticos tan en boga, El abogado del diablo se desarrolla sin marrullerías y demuestra una seriedad poco común hoy en día blandiendo un material semejante.
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