(3) LOS AMIGOS DE PETER, de Kenneth Branagh.

REENCUENTROS
La tercera película —tras Enrique V (1989) y Morir todavía (1991)— del polifacético irlandés Kenneth Branagh —actor, director y productor de la misma— destaca especialmente por sus excelentes intérpretes y por su exquisita dirección de actores, entre los que vuelve a destacar su esposa Emma Thompson en el papel de solterona anhelante de comunicación humana.
El esquema narrativo del film, rodado en solo 5 semanas, ya ha sido usado en diferentes ocasiones, como por ejemplo en Siempre hace buen tiempo (1955) de Stanley Donen y Gene Kelly, y en Reencuentro (1983) de Lawrence Kasdan, y consiste en la reunión de un grupo de personas, aquí unos amigos que se dedican a profesiones relacionadas con el mundo del espectáculo, después de una larga separación y la constatación de los cambios psicológicos y de sentimientos que el paso del tiempo ha producido en los personajes, unos cambios que en un principio intentan disimular pero que pronto se hacen evidentes con una sinceridad que hace caer las máscaras de las apariencias.
Pero lo más destacable de la película, en unos tiempos en que el dinero se ha convertido en el valor primordial, es el canto que realiza a la amistad y a los afectos duraderos: el grupo inicial es el que perdura 10 años después y son las relaciones eventuales y pasajeras las que acaban evaporándose.
Otra de las virtudes del film es su modélico guión, su inteligente y sensible mezcla de comedia y drama a lo largo de dos días y dos noches en que se desarrolla la trama, una estancia de fin de semana en una aristocrática mansión campestre. Y todo ello va enmarcado por el documento social y político sobre los años 80 que nos proporciona el arranque del film, con los títulos de crédito: imágenes de relevantes figuras públicos y de sucesos clave mientras se oyen varias de las canciones pop cuyo éxito marcó nuestra sentimentalidad en aquella década.
Este contraste entre un mundo que se convulsiona y que experimenta grandes cambios, por un lado, y las vidas privadas con penas y alegrías que parecen sucederse y repetirse al margen de la marcha de la Historia, por otro lado, es sin duda uno de los aciertos más notables de este interesante y tierno relato de Kenneth Branagh, cuyo talento ha sabido matizar adecuadamente la complejidad de las situaciones pasando sutilmente de la melancolía a la diversión y de la tristeza al optimismo.
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