(3) HERIDA, de Louis Malle.

ABISMOS DE PASIÓN
Basta repasar la filmografía de Louis Malle para percatarse de que se trata de uno de los más importantes realizadores del cine europeo actual. Herida es la adaptación de una novela de Josephine Hart y su rodaje fue perturbado por una grave enfermedad cardíaca del director, aunque nada en la película evidencia merma alguna en sus facultades creativas. En efecto, de magistral cabe calificar la realización de un film admirable tanto por la excelente dirección de actores, llenos de matices expresivos y por el rigor de la planificación como por la exacta medida del tiempo efectuada mediante un experto montaje que concede a cada plano y a cada secuencia el ritmo más adecuado para potenciar su función narrativa con la mayor precisión.
El propio realizador francés ha manifestado que su intención fue la de utilizar una forma narrativa fría y contenida para vehicular una historia desmadrada y rebosante de fuego pasional, la del político conservador británico locamente enamorado y correspondido por la joven novia de su propio hijo. Malle ha intentado adoptar un punto de vista neutral, diríamos que objetivo, sin caer en el relato moralizante ni en la proclama libertaria, las dos opciones extremas que amenazaban a esta historia de amor fou de pasión incontenible y devastadora que hace saltar por los aires, paradójicamente, todo el orden social, familiar y moral que dicen defender personas como la que encarna Jeremy Irons.
Las escenas de alcoba y de desnudos, fundamentales en el relato, no están servidas con ese morbo que encandila a amplios sectores de especadores con frecuencia tan reprimidos como hipócritas —véase Instinto básico (1992)—, sino con una distnaciada perspectiva que nos permite entender y racionalizar la enorme fuerza subversiva del erotismo y del sexo, un impulso poderoso que se suele aposentar en el terreno de lo irracional, lo prohibido y lo excepcional, y que es capaz de destruir la normalidad y la sensatez de un proyecto de vida aceptado por la moral dominante y bendecido por la sociedad establecida.
Si la película no alcanza las cimas de una obra maestra es, a mi juicio, porque en ella se echa de menos la lucidez que evidenciaron tanto Harold Pinter como Joseph Losey al mostrar y analizar las relaciones amorosas, a veces crueles, entre clases sociales diferentes. Si en éstos la parte vencedora en el conflicto era siempre la perteneciente a la clase más poderosa, en Malle el drama pasional, las contradicciones, se resuelve con la ruina profesional y familiar del futuro ministro que se atrevió a vulnerar los tabúes familiares y sexuales establecidos. Desenlace bastante ejemplarizador, no sé si moralizante, que utiliza materiales convencionales del melodrama como son el azar y el destino: flechazo irresistible entre los amantes, olvido de las llaves en la cerradura del apartamento, caída fortuita del hijo por el hueco de la escalera, etc.
Para terminar: una lección de buen cine, aunque con reparos.
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