(2) CÓMO SOBREVIVIR A LA FAMILIA, de Ted Kotcheff.

¿QUÉ HACEMOS CON LOS VIEJOS?
Si Umberto D (1952), de Vittorio De Sica, y El cochecito (1960), de Marco Ferreri, fueron crónicas implacables sobre la vejez en las sociedades subdesarrolladas europeas, Cómo sobrevivir a la familia destaca, en clave de comedia agridulce, como testimonio de la soledad y desvalimiento de los viejos en una sociedad moderna de bienestar y abundancia como la estadounidense.
Un guión cuidadosamente elaborado, que evidencia unas buenas dosis de observación de la realidad social, nos propone un humor cuya crueldad nos deja congelada a veces la sonrisa. El protagonista, un ejecutivo en pleno éxito, se erige en eje del relato al tener que hacer frente a múltiples problemas encadenados: la persecución por la Justicia acusado de estafa, la ruina económica, unos padres desamparados, un cuerpo mutilado y el propio hogar desmembrado.
El deterioro físico y mental de los ancianos plantea problemas a la hora de su adecuada atención en la moderna sociedad donde la propia familia debe compaginar el deber filial con el egoísmo, las exigencias laborales y las limitaciones espaciales de las viviendas. Sin llegar a la modernidad y lucidez de un Billy Wilder a la hora de sacar rendimiento económico a las desgracias ajenas, Ted Kotcheff contempla de forma sarcástica los intentos frustrados de suicidio de la pareja de abuelos que ya molestan, dándoles un tratamiento de gags estilo dibujos animados, combinando violencia destructiva, absurdo y comicidad.
La comedia no puede terminar trágicamente y un final feliz con triunfo del amor paternofilial devuelve el sosiego al espectador: convivencia familiar en una casa campestre más amplia, actividad laboral de la esposa y una inversión en el pasado que el tiempo ha convertido en millonaria.
Ted Kotcheff confirma aquí el dominio de su oficio en una comedia que divierte y no idiotiza. Lo que no es poco en los tiempos que corren.
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