(1) GRITA, de Jeffrey Hornaday.

ROMANCE Y REDENCIÓN
En la Texas de mitad de los años 50, una historia de redención de delincuente juvenil, más bien gamberro, a través de una relamida relación amorosa adolescente y gracias a la nueva música del rock & roll. La sombra de Rebelde sin causa (1955) —muchachos traumatizados por contextos familiares y sociales adversos— y de ¡Es grande ser joven! (1956) —explosión de vitalidad favorecedora de una libre y plena realización personal— planea sobre este film, mucho más cercano a los planteamientos convencionales y esquemáticos de la serie con Elvis Presley, chico rebelde pero bueno en el fondo y dispuesto a integrarse fácilmente en el sistema.
Grita se salva del naufragio total por la constatación de la represión ejercida en aquellos años por la puritana y conservadora sociedad USA contra las nuevas costumbres juveniles emergentes, con el rock como música inmoral y relegada casi a la clandestinidad, y sobre todo por el homenaje rendido a los grandes músicos negros de jazz, con el reconocimiento explícito de que el rock no era otra cosa que una derivación, domesticación blanca mediante, del genuino rythm and blues.Una banda sonora musical bastante atractiva ayuda a soportar mejor la cascada de tópicos de la película.
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