(3) REGRESO A HOWARDS END, de James Ivory.

LA HEREDERA
El universo literario de E.M. Forster ha sido trasladado al cine en anteriores ocasiones: Una habitación con vistas (1985), Maurice (1987), Pasaje a la India (1984) y Donde los ángeles no se aventuran (1991). Ahora, otra novela del escritor británico, la considerada su obra maestra Howards End, ha sido trasladada por el cineasta californiano James Ivory, cuya dilatada carrera le ha consagrado como uno de los mayores expertos en la adaptación de textos literarios a la gran pantalla, destacando tanto por la densidad humana de los personajes, sin olvidar la elegancia de un estilo apoyado en la calidad de los diálogos y en la funcional belleza de la música y la fotografía.
Regreso a Howards End parte de la novela publicada en 1910 y narra las peculiares y complejas relaciones entre dos familias de distinto status social, económico y social, los Wilcox y los Schlegel, en la Inglaterra post-victoriana, una época de cambios y tensiones caracterizada por el choque entre la vieja sociedad conservadora, amante de sus tradiciones, y la modernidad aportada por los aires renovadores del incipiente siglo XX.
Sorprende gratamente la película por su capacidad para profundizar en el alma humana, trazando un complejo entramado de personajes a lo largo del tiempo y en diversos escenarios, con una sutil y matizada mezcla de sentimientos e intereses, clases sociales y culturas, prejuicios e ideales, en fin, tolerancia e intransigencia puritana. Todo ello en un relato de carácter circular, quizá la fuerza del destino, en el que la mansión de Howards End es testigo, sucesivamente, el acercamiento, separación y definitivo enlace entre las dos familias protagonistas.
Al éxito artístico del film contribuyen decisivamente unos actores excelentes, desde Anthony Hopkins y Vanessa Redgrave —el matrimonio Wilcox— a las magníficas Helena Bonham Carter y Emma Thompson, quienes encarnan a las hermanas Schlegel.
Si Regreso a Howards End no alcanza niveles de mayor rigor y perfección se debe, a mi juicio, a su peculiar estructura narrativa tributaria de la novela, pues cine y relato literario presentan clímax dramáticos diferentes, ya que la amplitud de la escritura novelesca hace difícil a veces el logro de un ritmo sostenido, sin baches de interés, en su adaptación a las exigencias expresivas del relato fílmico.
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