(2) AMO TU CAMA RICA, de Emilio Martínez-Lázaro.

LA FUERZA DEL DESTINO
Si algún mérito hay que reconocer a Almodóvar, el de sus primeros films, es el haberse acercado al cine no desde un punto de vista literario, con guiones escritos mediante elucubraciones de gabinete, sino como expresión de experiencias propias y directas sobre un mundo juvenil que encontraba calles, bares y discotecas. Ello al margen de que su falta de modestia y de capacidad reflexiva la llevaran rápidamente por los caminos de la frivolidad, la autocomplacencia y la búsqueda del aplauso fácil de los amiguetes.
Martínez Lázaro, con Amo tu cama rica, supera las limitaciones almodovarianas con una interesante comedia de pareja que es, a la vez, un sugestivo documento sociológico sobre un determinado sector de jóvenes entre 20 y 25 años de la gran ciudad. Lugares, costumbres, lenguaje y ropas son perfectamente reconocibles en nuestro entorno, pero en el film hay además una actitud analítica, nada despreciable, sobre las relaciones humanas y los mecanismos psicológicos que conforman lo que entendemos por “ligues” y sentimientos amorosos, especialmente en una magnífica primera mitad donde se describen a los personajes, antes de que en la segunda parte una cierta reiteración acabe estancando el relato.
La película es una sucesión de encuentros y separaciones entre Sara y Pedro, mostrados mediante cortas secuencias y con rótulos que nos advierten del paso del tiempo y a través de una óptica fenomenológica que tiene que ver tanto con el Truffaut de Besos robados (1968) como con esa moderna crónica musical de costumbres que es la canción de Mecano La fuerza del destino.
La frescura de realización, el ritmo siempre adecuado y el rigor psicológico de los personajes son valores que no deben hacernos olvidar lo que a mi juicio es fundamental en el film: el retrato de la mujer joven actual, encarnada por una estimulante Ariadna Gil que, si antes hubiera sido ejemplo de “mujer fatal”, ahora es simplemente una persona emancipada gracias a su trabajo, la posesión de piso propio y la libre elección de compañero de cama, sin que desee atarse a uno concreto, abierta a la práctica de lo que las moralistas llamarían “promiscuidad sexual”. Y así, ante una mujer que toma ya la iniciativa el macho tradicional no puede evitar sentirse desorientado y un poco náufrago, especialmente en el caso de Pedro, un joven con sentido del humor y dotado de ternura, pero sin un futuro profesional claro y con una personalidad vacilante y poco consolidada.
Amo tu cama rica, aparte de un sano divertimento, podría ser considerada también como una especie de manifiesto sociológico sobre los nuevos aires que corren para las relaciones personales, las experiencias eróticas y la consagración de la mujer profesionalmente activa como protagonista de su propia vida. Y ello en unos tiempos lights, sin dramas ni compromisos eternos, en los que la espontaneidad y la sensualidad parecen dominar un panorama humano no exento, sin embargo, de contradicciones. Por eso la avalancha de la modernidad no ha logrado acabar aún con el demonio de los celos.
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