(2) LA VIUDA DEL CAPITÁN ESTRADA, de José Luis Cuerda.

MADRID, AÑOS 40
José Luis Cuerda ha adaptado al cine la novela Una historia madrileña de Pedro García Montalvo, un duro relato sobre la postguerra española que sólo en su aspecto más extremo es un drama de celos, pero que pone en evidencia los mecanismos de una sociedad civil caracterizada por las sórdidas relaciones entre vencedores y vencidos bajo el signo de la represión ejercida por la trilogía formada por Ejército, Falange e Iglesia.
La oscuridad que domina en la mayoría de planos no sólo es reflejo naturalista de un contexto económico depauperado, sino también un elemento simbólico que alude a las condiciones de vida —hambre, paro, enfermedad, cárcel, muerte— de una gran parte de la población.
Lamentablemente, en cuestiones de producción artística, una cosa es el proyecto, la idea, y otra las formas de expresión con que se materializa y qie, en definitiva, son las que valen. Y es en este proceso de creación donde J. L. Cuerda evidencia sus limitaciones como cineasta al no lograr transformar satisfactoriamente la lógica literaria del guión en verosimilitud fílmica, que no es sino resultado de articular coherente, rigurosa y bellamente una serie de elementos expresivos: diálogos, dirección de actores, planificación y montaje. Para entendernos, no se alcanza aquí la grandeza lírica y trágica de Senso (1954) de Visconti, sino que se evoca en demasiadas ocasiones el énfasis artificioso del cine “serio” de los Sáenz de Heredia y Rafael Gil de los años 40.
En La viuda del capitán Estrada las propuestas nos llegan a través del intelecto pero no vienen arropadas por las emociones, y la culpa hay que achacarla a la presencia de personajes excesivamente esquemáticos y lineales, sin los recovecos y contradicciones que las situaciones y el contexto demandan.
Ejemplo de estas insuficiencias es el personaje protagonista, encarnado por uan Anna Galiena espléndida en lo físico pero apenas convincente en lo psicológico: en unos años de penuria material, moral y política, donde lo fundamental era la mera supervivencia, es poco probable que una viuda de militar franquista, desclasada ascendente, juegue a mujer liberada y que, sin desgarro interior, alterne los cuarteles y sacristías con la atención a pobres desamparados y a rojos perseguidos, como si de una hermanita de la caridad se tratase.
Un film fallido que apunta buenas intenciones pero que, a mi juicio, no logra alcanzar sus objetivos.
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