(2) ZANDALEE (EN EL LÍMITE DEL DESEO), de Sam Pillsbury.

DELIRIOS DE PASIÓN
Una hábil y espectacular grúa inicial permiet a la cámara mostrar el barrio de Nueva Orleans donde se desarrolla el drama: casas vetustas, basura, lluvia, traficantes de droga, bares tenebrosos… En este singular contexto se va a plantear un ménage à trois protagonizado por un antiguo profesor y poeta convertido en gris ejecutivo que intenta en vano salvar de la ruina la empresa de su padre; su atractiva y joven esposa, católica y con complejo de culpa al no poder reprimir la sexualidad que deja insatisfecha su impotente marido; y un amigo de éste, pintor bohemio y drogadicto cuya vida libre y apasionada logra sacudir la monotonía de la mujer atrapada en un matrimonio mediocre y aburrido.
Como en toda historia de amour fou, la lógica de la existencia cotidana y las normas de la convivencia social acaban derrumbándose ante el poder del deseo, ante el delirio de una pasión incontrolable que no conoce razones ni conveniencias. El placer de la carne será la forma de recobrar una autenticidad personal que frecuentemente lleva al fracaso y al sufrimiento: suicidio del marido y homicidio involuntario de la esposa.
El guión apunta unas posibilidades que el realizador no acaba de redonderar a pesar de contar con unos actores magníficos y con una cámara notable. La razón hay que buscarla en la tendencia de gran parte del cine USA actual de preferir el efectismo fácil y la imagen chocante a la sutileza y la profundización narrativa de una frase o de un gesto significativo.
Afortunadamente, no estamos ante un film que base todo su gancho comercial en el artificio sensacionalista de unas escenas escandalosas o insólitas. Zandalee (En el límite del deseo) es un interesante relato sobre una hermosa mujer que se debate entre dos hombres, entre dos formas de entender la vida, entre el raciocinio y el instinto, entre el sentimiento y el orgasmo, y que no halla solución razonable a sus vacilaciones e indecisiones vitales. Un film dramático donde el erotismo tiene un papel fundamental, aunque a uno le gustaría haberlo vivido más asociado a profundas y angustiosas cuestiones morales y psicológicas que a la mera exhibición de epidermis, tetas y pubis femeninos.
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