(2) TEXASVILLE, de Peter Bogdanovich.

YA NO TAN JÓVENES
El presente film de Peter Bogdanovich retoma, treinta años más tarde, a los mismos personajes y localizaciones que nos maravillaron en esa obra maestra que fue The last picture show (1971), ambos films basados en sendas novelas de Larry McMurtry y que comparten algunos actores en su reparto —Jeff Bridges, Cybill Shepherd, Timothy Bottoms, Cloris Leachman— , así como el escenario de la población tejana de Anarene.
Si The last picture show era una excepcional crónica sobre las dificultades y el dolor del aprendizaje vital de unos adolescentes en los años 50, Texasville intenta resumir sus pretensiones testimoniales como acredita el arranque de la película, una amplia panorámica que nos presenta al protagonista y nos muestra su confortable casa mientras la radio contextualiza la situación mediante noticias de orden político y económico.
Lamentablemente, toda la patética sinceridad, el halo poético y la emoción apenas contenida del primer film se torna aquí relato coral hábilmente orquestado pero sin la convicción de otrora, como si se tratara de realizar una caricatura de Dallas, con una obsesiva presencia del sexo, pero sin la tramposa coherencia estética y moral de la conocida serie televisiva, furibundo y deslumbrante melodrama-río repleto de pasiones incontenibles y esplendorosos decorados y vestuario.
Este erotismo convulsivo omnipresente en Texasville, que contrasta con el puritanismo real de la América profunda, es quizá también expresión de la mirada irónica y desmitificadora con que el director y guionista contempla los restos del naufragio de lo que en un día lejano fueron ideales juveniles. Los adolescentes han logrado triunfar profesionalmente pero los problemas económicos y familiares parecen constituir un contrapunto dramático insoslayable al aparente “sueño americano” conquistado a golpe de dólares, consumo y libertad de conductas.
En este moderno retrato de costumbres que es Texasville, Bogdanovich se abstiene muy mucho de moralizar, pero no evita testimoniar sobre la incontrolable rebeldía y la inconsciencia de las nuevas generaciones, así como sobre la frustración de unas mujeres ante la torpeza e insensibilidad de unos hombres vulgares y derrotados por la vida, panorama humano que contrasta poderosamente con todos los fastos lúdicos y ceremonias épicas de la celebración del primer centenario de la ciudad.
Sin la lucidez nostálgica, la solidaridad afectiva ni la profundidad psicológica de The last picture show, Texasville se nos presenta como un relato bastante distanciado y desencantado a través del cual Bogdanovich se nos revela ya mucho más escéptico y mucho menos apasionado, quizá más conformista, que antaño. Por eso debo confesar que, en cierta medida, la película ha defraudado mis expectativas.
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