(3) THE FRUIT MACHINE, de Philip Saville.

LIVERPOOL STORY
Hay opiniones divergentes en torno a The Fruit Machine (1988), que para unos es un film de temática explícitamente homosexual aunque autocensurado y para otros una obra genérica sobre la marginalidad de dos adolescentes inadaptados, una especie de pícaros contemporáneos cuyas correrías ponen en evidencia la hipocresía y la crueldad de unas clases dominantes que los convierten en víctimas.
La película, cuyo título hace referencia al nombre de una discoteca gay de Liverpool, forma parte de ese cine británico realista y crítico, heredero del Free Cinema de los años 60 aunque con mayor osadía sexual y con adherencias de la moderna cultura pop, que viene a poner en cuestión la sociedad conservadora e inmovilista de la era Thatcher. En esta ocasión, el peligro de esquematismo que conlleva toda obra con implicaciones sociales se ha logrado sortear gracias tanto a la complejidad de los referentes temáticos como un estilo narrativo que integra elementos tan heterogéneos como el naturalismo y la fantasía, dando lugar a hermosas metáforas como la presencia de los delfines, con su cautiverio y explotación al ser convertidos en espectáculo público.
The Fruit Machine incide en la temática gay desde un punto de vista humanista y con un optimismo vital que algunos consideran excesivo. Su intención es normalizar la diferencia sexual de unos seres necesitados de reconocimiento y tolerancia en un entorno hostil y puritano, situándose el relato en un terreno que evita tanto el moralismo reaccionario de los Iquino y compañía como el sensacionalismo proselitista de Almodóvar o De la Iglesia. No puedo evitar acordarme de Rebelde sin causa (1955) de Nicholas Ray, que salvando las distancias temporales y de censura, también era una llamada a la comprensión hacia unos jóvenes inadaptados a la mediocridad y represión ambientales, que se refugiaban en el afecto mutuo y en el «planetarium» como espacio privilegiado donde vivir sus sueños de felicidad.
Philip Saville ha elegido el camino del «realismo poético» para plasmar, con un pudor contenido, las andanzas de dos adolescentes que luchan por sobrevivir en una búsqueda de la libertad, a través de la amistad y la ternura, que se debate entre dos polos metafóricos como son la figura del asesino —una especie de justiciero perseguidor del vicio y el delito, aunque también podría simbolizar la mortal amenaza del SIDA— y el personaje imaginario del «joven de los ojos verdes», cuya belleza sublime vendría a significar el ideal del perfecto compañero.
The Fruit Machine es un film visualmente brillante, con una fotografía que utiliza colores adecuados en cada momento para crear el clima dramático requerido por cada secuencia y con una sugestiva cámara que con sus encuadres y movimientos viene a situar perfectamente a los personajes en unos espacios convertidos en elementos expresivos fundamentales del relato.
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