(2) EL RAPTO DE BUNNY LAKE, de Otto Preminger.

LA INTRIGA COMO ARTIFICIO NARRATIVO
En octubre de 1966 se estrenó en Valencia El rapto de Bunny Lake y, en la TURIA nº 143, Enrique Pastor ya argumentó acertadamente la decepción que le había producido el film de Preminger, un cineasta irregular que, sin embargo, había destacado en obras de limitado presupuesto y pertenecientes al género policíaco o “negro”.
El presente film, adaptación de una novela de Evelyn Piper, es también un relato policíaco con fuertes dosis de intriga, pero con la particularidad de que el enigma no reside en averiguar la identidad del delincuente, sino en cerciorarse previamente de si ha existido o no realmente Bunny Lake, la niña presuntamente raptada.
No obstante, el guión férreamente elaborado, la planificación meticulosa, el ritmo preciso y los actores impecables no son factores suficientes para evitar la sensación de que nos enfrentamos a un producto convencional y artificioso, donde se contradicen los testimonios de sus dos protagonistas y donde la lógica cotidiana cede su lugar a una vulgarización psicoanalítica que puede servir tanto para explicar la patología de una maternidad frustrada como la de unos celos incestuosos.
Esta anormalidad afectiva de los personajes es, pues, el recurso fácil para que el guión admita toda clase de trucos y recursos efectistas, toda vez que el drama psicológico acaba determinando la totalidad de los mecanismos del suspense. Y así, más que a Hitchcock, las características de la trama nos remiten aquí a una Agatha Christie maestra en urdir misterios literariamente prefabricados, donde los personajes no desarrollan una vida propia sino que son esclavos, marionetas, de las necesidades de la narración: ocultación de datos, pistas falsas, carrusel de sospechosos, sorpresa final…
El rapto de Bunny Lake es un film correctamente realizado y que incluso logra entretener, pero que se halla muy por debajo de los mejores e inquietantes thrillers de Preminger.
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