(2) UN ÁNGEL CAÍDO, de Alan J. Pakula.

HUÉRFANOS
Versión fílmica de la pieza teatral de Lyle Kessler, con predominio de escenas interiores en un destartalado caserón y algunas breves secuencias ilustrativas rodadas en exteriores naturales. Aspectos dominantes en la concepción de la obra, dada su procedencia escénica, son la consideración del espacio cerrado como tubo de ensayo donde se desatan, chocan y estallan las diversas reacciones psicológicas y la labor de los actores, verdadero tour de force por cuanto la interpretación es el elemento expresivo fundamental en este tipo de relatos.
Evidentemente, desde el exacerbado lirismo de Rebelde sin causa (1955) de Nicholas Ray ha llovido mucho hasta llegar a esta obra sobre la marginación social donde sigue vigente la necesidad de afecto, comprensión y confianza entre las personas, pero que acentúa al máximo la consideración de la infelicidad como una consecuencia de la frustración generadora de odio y agresividad.
Una escenografía sobresaliente y la meritoria dirección de Pakula permiten pasar por alto ciertos excesos psicologistas, así como los convencionalismos que marcan a toda obra de origen teatral: la artificiosa dilatación o contracción del tiempo real al convertirse en tiempo escénico; los gestos metafóricos en aras de un simbolismo de carácter poético o sociológico; los diálogos narrativos que cuentan hechos no mostrados en imágenes, etc.
Como Muerte de un viajante (1985), Un ángel caído es un film de visión necesaria para profesionales del teatro, además de recomendable para incluir en un ciclo de cine sobre la juventud marginada.
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