(1) LA VERDAD OCULTA, de Carlos Benpar.

RAÍCES
Quienes recuerden la obra teatral Antaviana, reconocerán sin duda la capacidad imaginativa y el aliento poético de la prosa de Pere Calders. En esta ocasión, la adaptación de la novela del escritor catalán ha originado un film lleno de posibilidades pero fallido en gran medida.
Encontramos aquí un enorme poder de fabulación y una profunda reflexión sobre la condición humana y el transcurso del tiempo. Pero Carlos Benpar carece en La verdad oculta de finura y el resultado es un relato mecanicista y académico con nula capacidad de seducción.
Ni los competentes intérpretes, ni la correcta fotografía de Juan Amorós, ni la sugestiva música de Federico Mompou, ni la adecuada ambientación han sido suficientes para que no sigamos añorando el encanto y la maestría de otros films, también “literarios” como Una historia inmortal (1968) de Orson Welles o La lectora (1988) de Michel Deville.
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