(2) CORAZONES DE HIERRO, de Brian De Palma.

EN LA JUNGLA VIETNAMITA
La mayor virtud que debemos reconocer en esta incursión de Brian De Palma a la guerra de Vietnam es, precisamente, la valentía de utilizar el crédito obtenido en Hollywood —gracias al éxito de Los intocables de Eliot Ness (1987)— para realizar una película que ha enojado a un sector de la población y del establishment estadounidense. Es lógico pensar que esta magna producción, interpretada por populares actores como Michael J. Fox y Sean Penn, y lanzada mediante una apabullante campaña de marketing, alcance una amplísima repercusión comercial por lo que este trágico episodio de la Historia de Estados Unidos será vista por millones de ciudadanos de aquel país.
Es una pena que De Palma no haya sabido sacar mejor rendimiento de un material ciertamente prometedor. Y es que el film no consigue escapar de cierto esquematismo que impregna todo el argumento: recién incorporado a su pelotón, en la jungla vietnamita, el soldado Eriksson (Michael J. Fox) es testigo de un crimen brutal cometido por sus compañeros. Incapaz de permanecer al margen, se enfrentará al resto del pelotón, pero sobre todo al sargento Tony Meserve (Sean Penn), un hombre enérgico y carismático pero desquiciado por el horror y la brutalidad de la guerra.
Enmarcada en un largo flashback que contiene toda la acción, Corazones de hierro se fundamenta en tres bloques temáticos que no acaban de integrarse adecuadamente entre sí. La primera tiene la función de mostrar la tensión en la que viven los soldados que se juegan la vida en un infierno sin saber muy bien por qué. La segunda nos muestra el secuestro de la joven vietnamita y en ella se cuestiona hasta dónde debe un soldado acatar las órdenes de un superior y cómo la violencia corrompe al individuo. Y la última parte nos muestra el enfrentamiento del íntegro combatiente hacia sus superiores, que pretenden contemporizar y ocultar los hechos, hasta que al fin se hace justicia.
Este esquematismo patente en la estructura narrativa también aparece en la construcción de los personajes. Erikson, padre de familia, es ejemplar de pie a cabeza, el sargento Meserve y su batallón, embrutecidos por la guerra, son indiscutiblemente perversos. La ausencia de matices resulta bastante empobrecedor.
Sobre la realización, conviene hacer mención aparte. De Palma sigue pretendiendo convertir un fácil virtuosismo formal como su particular “sello” de autor. Utiliza la steady-cam y las grúas siempre que puede, sin apreciar el valor dramático específico de cada secuencia. Aún así, Corazones de hierro es un sólido relato bélico que no puede ni debe dejar indiferente a nadie.
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