(3) EL SUEÑO DEL MONO LOCO, de Fernando Trueba.

EL DIABLO EN EL CUERPO
Fernando Trueba afianza con cada nuevo film su carrera de cineasta, ahora con una ambiciosa producción internacional, con el soporte de una elaborado guión, con una impecable fotografía de José Luis Alcaine, con unos actores magníficos y con una banda sonora que refuerza adecuadamente, como en los melodramas USA de los años 50, la expresividad de las imágenes y el ritmo de una narración que mantiene constantemente vivo el interés del espectador.
El talento del realizador se evidencia tanto en el estilo como en el cosmopolitismo de los ambientes y en la diversidad de materiales literarios ensamblados, sin olvidar la versatilidad de un universo fílmico que, partiendo del naturalismo, se adentra imperceptiblemente en los procelosos confines del onirismo y de lo fantástico.
El film podría definirse como un “descenso a los infiernos”, como un viaje de ida y de vuelta que, partiendo de la cotidianeidad más absoluta, se adentra en los oscuros laberintos del sexo donde la libertad y la racionalidad se ven perturbadas y esclavizadas por la fuerza incontrolable del deseo. Pero ¿no es eso la verdadera pasión? Una situación traumática, una crisis de identidad personal de la que el protagonista logrará salir recobrando la madurez y el equilibrio de quien, tras una pesadilla, ha reencontrado la autoestima.
Y así, las vivencias cotidianas de la gente dedicada al cine, con su “status” de normalidad a cuestas que pronto se convierte en máscara, se verán sacudidas y conmocionadas por un vendabal de morbosa pasión desatada por Jenny, adolescente perversa que maneja a todos en beneficio de su hermano incestuoso y drogadicto, un joven director de cine que recurre a todo con tal de lograr su promoción profesional.
Desde la Simone Simon de El diablo en el cuerpo (1947) de Claude Autant-Lara, pasando por Baby Doll (1956) de Elia Kazan y Lolita (1962) de Stanley Kubrick, el tema de la niña-mujer, con esa ambigüedad mezcla de inocencia y perversidad, nos remite a un ámbito sexual tabú en el que las sutiles redes de la seducción destruyen unas coartadas morales que no aciertan a distinguir, en cuanto a objeto de deseo, entre una infancia que ha dejado de serlo y una condición adulta que, milagrosamente, mantiene los rasgos externos de una prolongada pubertad.
El film es, en esencia, una profunda y rigurosa reflexión sobre el poder destructor de la pasión erótica, sobre la fragilidad de la racionalidad humana ante los embates seductores de la belleza prohibida y, sin duda, sobre la vana pretensión de seguridad e integridad absolutas frente a la manzana de Eva convertida en apetitosa y fragante carne pecadora.
Truba acumula y desgrana diversidad de ideas y de situaciones que va suministrando sin reposo a manera de sugerencias, confiando en la perspicacia del espectador para captarlas y digerirlas. Queda la duda de si, en este clima infernal, ello es un síntoma de sagacidad y de inteligencia o si, por el contrario, es resultado de un afán de contar muchas cosas sin la sabiduría suficiente para madurarlas, desarrollarlas y desgranarlas con la serenidad propia de los grandes maestros.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.