(2) ABYSS, de James Cameron.

EN EL FONDO DEL OCÉANO
Hace ya tiempo que los viejos maestros del cine USA advirtieron que Hollywood ya no es lo que fue antaño. La industria había dejado paso a las finanzas; los artesanos eran sustituidos por los ejecutivos y el talento se evaporaba ante el empuje de los fríos cálculos por ordenador. Y así, el cine comercial de los años 80 se fue convirtiendo en un circo, en el “más difícil todavía”, para contentar a amplios públicos poco exigentes, mezclando elementos y géneros de las más diversas procedencias mediante una serie de fórmulas argumentales y narrativas dirigidas más a provocar emociones que la reflexión, bajo la máxima de ofrecer la máxima gratificación a cambio del mínimo esfuerzo.
Abyss podría considerarse el ejemplo paradigmático de lo dicho anteriormente. Un ambiciosa producción hollywoodiense que mezcla ciencia-ficción, aventura, intriga y mensaje pacifista antinuclear, con la vista puesta en antecedentes de éxito como La guerra de las galaxias (1977), Encuentros en la tercera fase (1977) o E.T., el extraterrestre (1982). El resultado es una película larguísima cuyo metraje no obedece a la lógica de las situaciones dramáticas sino a la necesidad de emplear abundantes efectos especiales para sorprender al espectador, sin que importen la endeblez del guión, la banalidad de los diálogos ni la superficialidad de los personajes.
Un equipo de científicos es contratado por la marina USA para llevar a cabo la operación de rescate de un submarino nuclear atrapado en el fondo del mar, al borde de una grieta abisal de varios kilómetros de profundidad. Un grupo de las fuerzas especiales del ejército acompañará a los científicos. Muy pronto advierten de que lo que está sucediendo en las profundidades abisales es algo tan extraño que desafía toda comprensión.
Nuevamente los estadounidenses son los protagonistas de un contacto con alienígenas, esta vez en medio del océano. Pese al cambio de escenarios, los paralelismos son evidentes: en vez de naves espaciales hay submarinos, en lugar de un espacio sideral hay una profunda fosa marina que hace las veces de lejana galaxia, y los extraterrestres equipados con toda serie de prodigios tecnológicos son aquí buenos. Los malos son los militares que acompañan al equipo de científicos que desean hacer estallar una artefacto nuclear contra lo que creen amenazas del bloque soviético.
Los elementos positivos del relato, por el contrario, son una pareja protagonista al borde de la ruptura y esos misteriosos y asombrosos extraterrestres que han venido a sustituir al tradicional cine religioso dadas las connotaciones teológicas del encuentro bajo las aguas. Al menos cumple con la función esencial de entretener al personal.
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