(2) UN LUGAR EN NINGUNA PARTE, de Sidney Lumet.

LOS RESTOS DEL NAUFRAGIO
Un insólito film político estadounidense, realizado a contracorriente por ese cineasta honesto y sensible que es Sidney Lumet, genuino representante del liberalismo progresista de su país. El núcleo dramático de Un lugar en ninguna parte se articula en torno a la situación presente de los antiguos militantes del Ejército de Liberación Americano, jóvenes estudiantes radicales de finales de los años 60 volcados en una lucha contra la guerra de Vietnam, el capitalismo y el imperialismo, la mayoría de ellos ahora convertidos en profesionales de éxito, brillantes yuppies. Por ello sorprende aún más que, en unos tiempos de transfuguismo ideológico, el film otorgue el protagonismo a esa minoría de fieles a sus viejas ideas, proscritos y forzados al nomadismo, perdedores condenados a la clandestinidad y, por ello, a cierta clandestinidad social.
Pero la obra rehuye todo planteamiento panfletario o dogmático y se constituye en melodrama familiar, poniendo de manifiesto las contradicciones internas de sus miembros ante el acoso del FBI, obligados a una constante esquizofrenia entre vida hogareña y actividad profesional, entre la coherencia personal y las normas del mundo exterior, entre la honestidad y la supervivencia, entre las ideas y los intereses.
Y aquí surge la crisis en el seno familiar, ante la intransigencia paterna, cansados la esposa y el hijo mayor de una fuga incesante que les impide la estabilidad tanto laboral como afectiva. Crisis que se agudiza con el reencuentro con el antiguo compañero, cuyo activismo político se ha convertido en simple delincuencia. Este rasgo reaccionario se hubiera evitado si el choque se hubiera producido con un exhippy ahora acomodado yuppie.
La película plantea la influencia del compromiso político de los padres en los hijos, con la dificultad del viejo luchador para aceptar la autonomía e independencia de los demás, aunque aquí la rebeldía del hijo se haya canalizado a través de los más trillados cauces de los amoríos juveniles.
Y así, entre la amargura del presente y las dudas sobre el pasado, entre el victimismo actual y el pretérito idealismo, el film de Lumet constituye una interesante reflexión sobre las dificultades de la honestidad personal en un contexto social hostil, a pesar de las limitaciones e insuficiencias de sus planteamientos. Un Lumet, aplicado artesano como siempre, que aquí se dedica a ilustrar un guión ajeno con la pericia y sensibilidad que le caracterizan.
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