(2) SEPTIEMBRE, de Woody Allen.

UNAS VIDAS FRUSTRADAS
Septiembre conecta antes con el cine de autor europeo —con Bergman fundamentalmente—, profundo y serio, que con la otra fuente de inspiración de Woody Allen, la cultura popular estadounidense, que nos ha legado pequeñas joyas de la sátira y de la ironía como La rosa púrpura de El Cairo (1985) o Días de radio (1987).
En este penúltimo film de Allen —en el que no actúa limitándose a escribir el guión y a dirigir— se hace patente la determinante influencia de un teatro naturalista, desde Chejov a Arthur Miller, poblado de personajes corrientes angustiados por frustraciones cotidianas que les impiden ser felices, sin que el autor olvide plasmar también sus particulares obsesiones: el cine, la música y la literatura.
Septiembre refleja, pues, la otra cara del American Dream, el retrato de unas vidas grises que en nada participan del optimismo triunfalista imperante en USA, aunque el desgarro interior de los personajes quede atemperado por la ternura que Allen vierte hacia sus criaturas de ficción.
Curiosamente, aunque el escenario único sea una mansión campestre, toda la película transcurre en interiores, a lo que hay que añadir unos fundidos en negro que dividen el relato en los tres actos tradicionales del drama escénico. Además, una fotografía de Carlo Di Palma que difumina el color hasta casi anularlo, un maquillaje apenas perceptible y, básicamente, la función hegemónica de unos excelentes actores y de unos diálogos que cobran una importancia capital, tanto narrativa como expresivamente, hacen de Septiembre el típico relato claustrofóbico, una drama medido en su intensidad y en el que no es difícil percibir las convenciones netamente teatrales de su peculiar estructura espacio-temporal.
Una fórmula, pues, que no es original, que remite a ilustres modelos de la escena o la pantalla, pero que evidencia la inteligencia de un cineasta inquieto y honesto que siempre procura evitar los trillados senderos por los que discurre el actual cine USA. Por ello creo injustos los “palos” que amplios sectores de la crítica han propinado a una película como Septiembre, cuya dureza y falta de concesiones al llamado “gran público” no le auguran una carrera comercial demasiado brillante. Y ojalá me equivoque.
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