(1) WILLOW, de Ron Howard.

FANTASÍA MEDIEVAL
Muchos dólares, escaso talento y mínima inventiva. Sin la imaginación de las mejores muestras del género, este film del anodino artesano Ron Howard se reduce a una gigantesca operación comercial del magnate George Lucas, que ha configurado un producto espectacular, liviano y previsible para niños y adultos.
Para ello ha elaborado un refrito impúdico de personajes, escenarios y conflictos propios del clásico cuento de espada y brujería dando forma a una discreta fantasía medieval de manual diseñada para recaudar todo lo posible en taquilla.
Así, en las mazmorras del castillo de la pérfida hechicera y malvada reina Bavmorda, una prisionera da a luz a una niña que, según una antigua profecía, pondrá fin al reinado de la hechicera. La comadrona intenta salvar a la niña de la ira de Bavmorda, pero, alcanzada por los perros de presa del castillo, no tiene más remedio que arrojar la cuna al río. Gracias a la corriente, la cuna llega a un pueblo de enanos, donde la niña es adoptada por el valiente Willow.
Willow es un inmenso pastiche con trucajes visuales bastante bien resueltos técnicamente, pero con todos los clichés y lugares comunes tan gratos a una industria cinematográfica que se pone al nivel de los públicos menos exigentes y más acomodaticios. Constante procesión de buenos y malos, el guión se extiende innecesariamente para dar cabida a una interminable sucesiónd de números circenses, el chico y la chica, el bravo enano y, como eje narrativo, un hermoso bebé que despierta los instintos maternales y paternales que todo espectador lleva dentro.
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