(4) UN MUNDO APARTE, de Chris Menges.

EL APARTHEID SUDAFRICANO
Premio Especial del Jurado y Premio a la Mejor Interpretación Femenina en el último festival de Cannes, Un mundo aparte supone el debut como realizador de Chris Menges, prestigioso director de fotografía británico, ganador de dos Oscar por Los gritos del silencio (1984) y La Misión (1986).
El film está basado en hechos reales acaecidos en 1963: la represión del gobierno racista y fascista de Sudáfrica sobre una familia blanca compuesta por un abogado comunista que debe exiliarse y una periodista encarcelada y torturada, ambos comprometidos en la lucha por el fin de la segregación racial y la represión de la oposición al régimen para conseguir la democratización del país, todo ello auspiciado por el Congreso Nacional Africano. La esposa acabó siendo asesinada en 1982 por un paquete-bomba en Zambia y el guión de esta película ha sido escrito por la hija menor del matrimonio protagonista.
Lo que más asombra y causa admiración de esta obra es su carácter militante sin caer en esquematismos panfletarios y su alta carga emotiva sin rozar el folletín. Lo primero lo consigue prestando atención a aspectos de la vida cotidiana, con escenas que atienden tanto a las actividades políticas como a vivencias personales de los protagonistas. Lo segundo, mediante un estilo de crónica social en donde la sucesión de cortas escenas impide una excesiva complacencia en el sentimentalismo.
De este modo se logra un relato complejo en matices, en el que contexto político y ámbito familiar, vida profesional y resortes afectivos componen un entramado vital que nos es mostrado precisamente a través de los ojos de una niña de 13 años, que asiste perpleja y dolorida al drama de sus padres, a las amenazas de la policía y al rechazo de sus compañeras de colegio. Y en una tierra de nadie, sin el afecto de unos padres ausentes por su condición de activistas dedicados a la lucha política, entre el mundo de los privilegiados blancos que la acusan de traición y el de los negros desprovistos de refinamiento y de confort, el que confiere grandeza y categoría a un film que, si bien aboga por la toma en conciencia y por el compromiso activo contra el apartheid, no deja por ello de considerar los inconvenientes derivados de situar la militancia política por encima de la vida privada.
En su versión original pueden apreciarse los matices lingüísticos de los personajes, sus tonos de voz, el desgarro o la naturalidad de sus gritos y susurros, gracias a unos magníficos actores entre los que destacan la joven protagonista (Jodhi May) como la madre (Barbara Hershey).
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