(2) FABRICANDO AL HOMBRE PERFECTO, de Susan Seidelman.

LO IDEAL FRENTE A LO REAL
Esta comedia de la realizadora Susan Seidelman se caracteriza por la asunción de un punto de vista eminentemente femenino —con una mirada no exenta de ironía—, así como por una actitud sutilmente hostil hacia el hombre por parte de una protagonista (Ann Magnuson) —una competente asesora de imagen recelosa ante unas relaciones afectivas fallidas por la estupidez e inmadurez de unos machos infieles o vanidosos— que recibe una oferta poco usual: idear la campaña de Ulysses, un androide de última generación, diseñado para realizar viajes espaciales y creado por Jeff Peters (John Malkovich) a su imagen y semejanza.
La película evidencia buenas dotes de observación de la realidad cotidiana y presenta unos tipos secundarios que enriquecen el relato. Como comedia, explota el viejo pero eficaz recurso al equívoco: el áspero científico y el ingenuo robot son físicamente iguales pero muy diferentes en sus vivencias interiores. La cuestión clave estriba en la dificultad de enamorarse cuando la propia madurez, las experiencias negativas acumuladas y la autonomía económica hacen imposible encontrar al hombre o a la mujer “perfectos”. Una perfección que no es sino una valoración subjetiva, el resultado de la plasmación idealizada, en otra persona, de los propios gustos y apetencias. En Fabricando al hombre perfecto, de forma satírica, la solución se encuentra en un androide creado artificialmente: cuerpo, sentimientos y sexo en estado de pureza, espontáneos y libres de prejuicios adquiridos mediante la educación y la convivencia. Una tesis romántica que parece redescubrir las excelencias del amor adolescente, apasionado, desprendido y sincero. Pero, ¿cómo hacer posible la convivencia entre adultos haciendo compatibles los egoísmos personales?
La comedia tiene un toque futurista o de ciencia ficción voluntariamente elemental y poco sofisticado, al estilo de los años 60, con una fotografía y colores de gran luminosidad. Pero ante ella no puedo evitar pensar lo que hubiera hecho el corrosivo y escéptico Billy Wilder. Al film de la Seidelman se le puede reprochar un guión insuficientemente riguroso y profundo, algo reiterativo en las situaciones y conformista en sus propuestas. Un retorno a la tesis clásica de la hegemonía de los sentimientos amorosos como fórmula magistral para alcanzar la felicidad.
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