(2) LAS FALSAS CONFIDENCIAS, de Daniel Moosmann.

LAS MANIOBRAS DEL AMOR
Pierre Carlet de Chamblain de Marivaux (1668-1763) fue un comediógrafo y novelista francés cuyas obras teatrales, artificiosas en su estructura, adquirieron cierta dignidad merced a la presencia de unos diálogos llenos de ingenio, principalmente elaboradas en torno al mecanismo de la seducción erótica. El refinamiento y la culta sofisticación del Neoclasicismo se hallan presentes en su obra Las falsas confidencias (1737), un relato de incesantes intrigas y enredos, con un permanente juego entre apariencias y realidades, que aborda el tema de la pasión amorosa con la fría lógica del siglo XVIII y la consideración constante de los intereses materiales —dotes, herencias, fortunas, etc.—. Evidentemente, estamos aún lejos de los postulados del Romanticismo.
Daniel Moosmann ha contado con excelentes actores —Brigitte Fossey, Fanny Cottençon, Roger Coggio, Michel Galabru, Micheline Presle—, pero lamentablemente su puesta en escena resulta chata y nada imaginativa, aportando poco nuevo a la pieza escénica, decantándose antes por el academicismo literaturizante de un René Clair que por la entrañable humanidad de un Ophüls o por la visión satírica de un Lubitsch.
Moosmann ha respetado las convenciones y limitaciones de la obra de Marivaux, confiando en la fuerza expresiva de unos diálogos exquisitamente elaborados, pero manteniendo una cámara estática frente a los intérpretes que no contribuye a conferir riqueza y vitalidad a unos personajes excesivamente acartonados.
La presencia de un personaje intrigante que maneja desde la sombra los hilos de la trama, trazando un plan para que el apuesto mozo logre el amor de la bella dama, nada tiene que ver con el narrador brechtiano que propicia el distanciamiento reflexivo ante las situaciones, sino que es un recurso narrativo utilizado por el dramaturo para que el espectador comprenda mejor las complicadas peripecias de la obra.
Realizada con corrección pero con escasa inspiración, Las falsas confidencias se deja ver con la misma frialdad con la que los personajes viven sus pasiones.
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