(1) ROXANNE, de Fred Schepisi.

UN CYRANO DE BERGERAC MODERNO
No tuve la suerte de ver la versión teatral del Cyrano de Bergerac interpretado por J. Mª Flotats, pero las referencias son magníficas y seguramente no resistiría la comparación con la moderna adaptación que Steve Martin, guionista y actor protagonista, ha realizado de la obra que el dramaturgo francés Edmond Rostand escribió en 1897.
El refinamiento del lenguaje y la brillantez de los monólogos/diálogos —la obra supuso una vuelta al teatro en verso— determinaron en cierta manera un retorno a los modos cultos pero convencionales del arte escénico del siglo XVIII, aunque en la parábola de Schepisi sólo queda el esqueleto argumental —un jefe de bomberos narigudo, enamorado secretamente de una joven astrónoma, le escribe apasionadas cartas de amor en nombre de un apuesto y tosco compañero de trabajo— y, sobre todo, el duelo entre la inteligencia y la fealdad, la belleza y la estulticia, que la hermosa protagonista resuelve a favor de la primera opción en un final feliz tan previsible como reconfortante.
El film intenta ser un cuento amable, un tanto irreal, situado en un pequeño pueblo norteamericano, con un protagonista que domina la lucha física tanto como la pugna verbal. Pero la cinta difícilmente logra conjugar multitud de estilos tan variados como son los clásicos equívocos, las audacias eróticas dialogadas, los gags mecanicistas de la actual comedia USA y la falta de profundización en los personajes, reducidos a poco más que arquetipos.
Así pues, Roxanne es una comedia simpática que se deja ver sin esfuerzo pero que no logra entusiasmar.
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