(1) EL JUEGO MÁS DIVERTIDO, de Emilio Martínez-Lázaro.

UN “DISCRETO” ROMANCE
Las dificultades para lograr una buena comedia residen no sólo en la elección de unos actores adecuados sino también en la estructura del relato y en el ritmo con que se suceden las situaciones.
En El juego más divertido el guión es reiterativo y los diálogos apenas tienen gracia, mientras que la dirección de Emilio Martínez-Lázaro se ha limitado a yuxtaponer escenas sin una idea clara de lo que es potenciar los puntos de interés, alternando el humor, el erotismo y los momentos de mera transición narrativa.
El paralelismo entre realidad y ficción, con el doble adulterio de la protagonista de la serie televisiva, se queda en simple idea sobre el papel, repleto de citas cinéfilas y sin que los personajes adquieran vida propia más allá de los artificios del guión. Poca cosa.
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