(2) LA PRINCESA PROMETIDA, de Rob Reiner.

ÉRASE UNA VEZ
El director neoyorkino Rob Reiner está demostrando una habilidad inusual para cambiar de registro en su todavía incipiente filmografía, alcanzando cierto renombre con Cuenta conmigo (1986), una especie de rememoración de las correrías infantiles de Stephen King. La princesa prometida también cuenta con un interesante punto de partida, la exitosa novela homónima de William Goldman.
Los resultados son estimables, configurando un entretenido relato infantil de aventuras, con abundantes elementos reconocibles del cuento decimonónico: un valiente héroe que lucha por un amor trágicamente quebrantado, una princesa rota de dolor por una pérdida irreparable, un malvado antagonista que ha usurpado el trono y quiere impedir el reencuentro de los antiguos amantes, un espadachín en busca de venganza, un gigante con buen fondo que sigue al líder equivocado, un astuto malandrín que confía demasiado en su ingenio, bosques siniestros, pociones mágicas, etc.
La princesa prometida divide la narración en dos tramas combinadas con cierta pericia: una “real” que consiste en la relación entre un abuelo y su nieto con la lectura de una historia para dormir como nexo de unión; y una “imaginada” que recrea las peripecias de los personajes del citado cuento. La primera interesa por la discusión entre dos generaciones sobre el interés por la lectura; la segunda por la sucesión de piruetas y exageraciones que revelan el carácter paródico del conjunto.
Tanto la presentación de descripción de personajes como la narración de las escenas vienen previamente filtrados por una sana pretensión desmitificadora. Reiner no alcanza la maestría de los grandes artesanos del cine de aventuras clásico, pero consigue pulir un film entretenido y bien estructurado con resultados mejores de lo esperado.
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