(2) ESPERANZA Y GLORIA, de John Boorman.

VIVENCIAS DE LA INFANCIA
No pocos cineastas han contado en sus películas sus vivencias de la infancia, siendo Amarcord (1973) y American Graffiti (1973) quizás las más conocidas para el cinéfilo. En ese sentido, el realizador John Boorman sigue explorando los más variados géneros configurando en Esperanza y gloria su film más “autobiográfico”.
La acción transcurre en Londres durante la II Guerra Mundial, centrándose en las penalidades que sufre una familia cuyo maduro padre se ha alistado como voluntario con el ánimo de salvar la patria nada más iniciarse el conflicto. Lejos de caer en el previsible melodrama decimonónico, Boorman nos plantea una imagen nada complaciente y nostálgica de la juventud y de una época idealizada por la propaganda de la “resistencia” británica frente al III Reich.
La visión de los niños, crueles y nada inocentes, el trato que se da a los aires imperiales y triunfales de la escuela, lo estúpidos que resultan los padres de familia marchando al ejército, una acertada aproximación al tema de la iniciación sexual, unidos a la impecable resolución de muchas de las secuencias reúnen los suficientes atractivos como para pasar un buen rato con lo que parecía un material de partida poco sugestivo.
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