(1) EL CORAZÓN DEL ÁNGEL, de Alan Parker.

UN ÁNGEL EN LOS INFIERNOS
Ante esta adaptación de la novela de William Hjortsberg es lícito e ineludible preguntarse por la pertinencia estilística de la mezcla entre el cine “negro” y el género fantástico; entre la crónica de sucesos con voluntad realista y el espacio imaginario dominado por la fantasía. Porque no otra cosa que híbrido de discutible validez es este film del sobrevalorado Alan Parker, verdadero “descenso a los infiernos” de un fracasado detective privado, en una intriga más complicada que compleja, que debe resolver un enigma: descubrir el paradero de un cantante desaparecido años atrás en extrañas circunstancias.
La narración, elaborada mediante escenas autónomas, sin mucha coherencia ni funcionalidad, resulta confusa y progresa a base de golpes de efecto con frecuencia ajenos a toda lógica y propiciados por la perfección técnica que permite una fotografía impecable y una banda sonora pensadas para atrapar la atención del espectador.
Y así, el relato va decantándose paulatinamente hacia el misterio, hacia el dominio de los poderes sobrenaturales del diablo, con concesiones a la taquilla bien palpables en las convencionales escenas eróticas y en la profusión de planos sanguinolentos.
Una vez más, en el moderno cine estadounidense —en el que el británico Alan Parker se ha integrado perfectamente—, lo superficial y lo truculento son la baza segura del éxito comercial. Lejos y desconocidos para los más jóvenes quedan los clásicos, aquellos que realizaron películas de género, mucho más baratas y sencillas, a partir de sólidos guiones, funcionales diálogos y rigurosa dirección de actores. Eran, obviamente, otros tiempos. Los del verdadero talento.
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