(4) DESECHOS, de Robert Altman.

UN CONTUNDENTE DRAMA CASTRENSE
De la obra teatral de David Rabe, estrenada en Nueva York bajo la dirección de Mike Nichols, el admirable Robert Altman ha realizado una escelente adaptación fílmica. Unos fabulosos actores, una inteligente planificación y montaje, así como el uso contínuo de travellings componen un espacio dramático que pese a su carácter claustrofóbico —un pabellón militar con cuatro reclutas y dos veteranos sargentos, a punto de partir hacia Vietnam, con vistas al exterior a través de las ventanas—, tiene todas las características de los específicamente cinematográfico.
Las escenas dialogadas, densas y abundantes, adquieren una dimensión netamente fílmica gracias a la sabiduría y rigor de una puesta en escena en la que el ritmo nunca decae y gracias a la cual los personajes se van retratando en sus complejas motivaciones psicológicas y sociales, en una serie de conflictos que acaban de forma sangrienta.
Pero Altman va más allá de lo que se entiende por “teatro realista USA” y nos ofrece una visión demoledora de los mitos y tabúes de la sociedad estadounidense, en este espacio real y a la vez simbólico que es el barracón militar, donde conviven y chocan diversidad de culturas, razas, clases sociales y rangos castrenses.
A lo largo de dos horas, en las que el interés no decrece, el relato pone de relieve todos los prejuicios, contradicciones y frustraciones de unos seres representativos, sirviendo de detonante el recluta homosexual que pone al descubierto la agresividad, los miedos y los complejos de individuos aparentemente monolíticos.
Una magistral lección de cine en una crónica sobre la condición humana narrada sin concesiones y, repito, con una labor interpretativa de antología.
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