(1) EL DÍA DE LOS MUERTOS, de George A. Romero.

ZOMBIS A TUTIPLÉN
La aportación del cine de George A. Romero al género de terror supuso toda una revolución en la aproximación de los muertos vivientes, personajes míticos que puso de moda con su film La noche de los muertos vivientes (1968). Luego vino la oleada de subproductos creándose una saturación de zombis en el mercado. El mismo realizador estadounidense reincidió en el tema con su film Zombi (1978), y ahora se copia a sí mismo con El día de los muertos, aunque con un mayor alarde en los efectos especiales y una auténtico carnaval de sangre y vísceras.
Es destacable su intento de distanciarse de la adocenada mediocridad de la mayoría de estos films de terror, pero sus aportes personales no son muy originales aunque sí algo disparatados. Así, los auténticos “malos” de la película son los militares irracionales enfrentados a los científicos e intelectuales. El mito de Frankenstein irrumpe en esta nueva entrega, con ese zombie “bueno” que es reeducado y que será, precisamente, quien acabe con el jefe militar. Esta humanización del muerto viviente, presentado también como “víctima” del sistema, alcanza ya niveles de parodia con la acumulación de gore y notables dosis de humor, por lo que el relato adquiere un exótico toque cachondo y desmitificador que llama poderosamente la atención.
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