(1) DEPREDADOR, de John McTiernan.

EL CAZADOR DE OTRO MUNDO
Tras un largo prólogo en la línea de las producciones bélicas pro-militaristas del cine hollywoodiense más convencional, Depredador cambia drásticamente de registro para discurrir por otros derroteros más próximos a la ciencia-ficción y el terror que tan bien exploró Alien (1979).
Un grupo de mercenarios es contratado por la CIA para rescatar a unos pilotos que han sido apresados por la guerrilla en la selva centroamericana. La misión es un éxito, pero durante el viaje de regreso se dan cuenta de que algo misterioso e invisible está dándoles caza uno a uno. Ese “algo” resulta ser un cazador extraterrestre que se queda con las calaveras de sus víctimas como trofeos.
Con estos planteamientos, la película transcurre por los senderos más previsibles: el interés se centra en dónde y en a quién atacará el monstruo, si funcionarán las trampas que le han preparado, en cómo destrozará a la siguiente víctima, en cómo se las ingeniará el cachas Schwarzenegger para eliminar al alienígena y por supuesto, qué pinta tendrá el condenado antagonista. En definitiva, mecanismos de suspense hartamente conocidos y utilizados desde hace ya muchos años.
Nos encontramos, pues, ante una trama similar a la del film de Ridley Scott, aunque sin su sugestiva ambientación, que ofrece un moderado entretenimiento. Eso sí, me ha gustado mucho la banda sonora de Alan Silvestri, quien ha logrado reflejar el estado permanente de angustia y tensión dramática de los malogrados protagonistas.
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