(1) FIEVEL Y EL NUEVO MUNDO, de Don Bluth.

BIENVENIDOS A AMÉRICA
Discreta animación USA firmada por Amblin Entertainment, la productora de Spielberg, que alude a la intensa oleada migratoria europea del siglo XIX hacia Estados Unidos, protagonizada por un ratoncillo ruso que pierde a su familia durante la travesía en barco y que, una vez instalado en Nueva York, se dedica a buscarla enfrentándose a numerosos peligros.
Fievel y el nuevo mundo recoge el testigo de la factoría Disney en lo referente a la concepción del dibujo animado, la antropomorfización de animales, el diseño de personajes, el desarrollo de un conflicto de hondo calado dramático y el omnipresente tono sensiblero y maniqueísta.
El protagonista es un ratoncillo ruso, tierno y bondadoso, emigrado a la tierra prometida, la América de finales del siglo XIX. Hartos de la tiranía de los malvados gatos rusos, su familia se desplaza a los Estados Unidos pensando erróneamente que en ese lugar no hay felinos. Pero esta dualidad tan simple no es lo peor del relato, sino la falta de imaginación a la hora de abordar la típica historia de niño perdido que busca a sus seres queridos, que remite directamente a Marco, el protagonista de de la serie de TV japonesa De los Apeninos a los Andes.
Como suele ser habitual en los largometrajes de animación, algunos momentos de puro cartoon permiten un liviano entretenimiento. Esas escenas, más contados números musicales, acaban siendo lo único medianamente soportable de un conjunto tan tópico como lánguido.
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