(3) LOVE STREAMS. CORRIENTES DE AMOR, de John Cassavetes.

DEL AMOR Y OTRAS SOLEDADES
John Cassavetes fue, en los años 60, una de las figuras destacadas del llamado “cine independiente USA”, realizado al margen de la industra de Hollywood y al amparo de las posturas teórias de la revista Film Culture. Pero las películas dirigidas por este cineasta han fracasado comercialmente, aunque la que nos ocupa ha sido producida por la Golan-Globus, especializada en todo tipo de engendros taquilleros, por cuanto sus melodramas han evitado hacer cualquier concesión al espectador pese a continuar, en cierto modo, la línea de un cine teatral y “realista” que va de King Vidor a Elia Kazan pasando por William Wyler, con claras influencias del cine europeo “de autor” como el de Bergam o Antonioni, mostrando los aspectos más problemáticos o conflictivos de los individuos inmersos en la sociedad del bienestar.
Love Streams. Corrientes de amor está basada en una obra escénica de Ted Allan y muestra las trayectorias paralelas de dos hermanos, un escritor de éxito y una mujer divorciada que pierde la tutela de su hija, que en determinado momento cruzan sus vidas en un infructuoso intento de evitar su naufragio existencial. Angustia vital, soledad y falta de amor constituyen los ejes dramáticos que impulsan a los protagonistas a la neurosis o a tendencias autodestructivas, en un film de corte melodramático realizado con gran dignidad y que evita caer en el sentimentalismo mediante el procedimiento de expresar una gran densidad emocional a través de una tremenda frialdad narrativa. Un estilo apoyado en una cámara contemplativa, testigo impasible de los hechos; un ritmo pausado y agobiante; tiempos dramáticamente muertos; una minuciosa dirección de actores que busca la máxima introspección de los personajes; y una puesta en escena que valora de forma casi expresionista la iluminación contrastada, los decorados asfixiantes y el juego interpretativo fuera de campo. Todas esas características propias del cine europeo de calidad, y que expresa con una crueldad casi intolerable, sin sublimaciones y complacencias, ese malestar existencial que parece afectar a buena parte de las sociedades económicamente más avanzadas. Aunque, a mi juicio, el film hubiera ganado con una menor duración, evitando redundancias y una peligrosa tendencia a la autocompasión.
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