(3) DINERO CAÍDO DEL CIELO, de Herbert Ross.

MÚSICA Y LÁGRIMAS
La popularidad y el éxito del cine musical de los años 30 se debieron probablemente tanto a la novedad del sistema sonoro como a su condición de vehículo sublimador de la miseria cotidiana engendrada por la Gran Depresión. Y así, Dinero caído del cielo surge de una aparente contradicción: la de ser por una parte un homenaje nostálgico a los inicios del citado género y, por otra parte, una reflexión sobre el musical desmitificando tnato sus convenciones expresivas como su desconexión con la realidad social del momento.
La película tiene su origen en una serie televisiva británica de Dennis Potter, en seis capítulos, y narra una historia tremendamente dramática cuyo realismo choca con los sueños y deseos de unos personajes grises y vulgares que en ocasiones se manifiestan mediante el brillante y sofisticado código expresivo del musical clásico. El resultado es tremendamente apasionante y original, ya que el film evidencia aportaciones culturales de la más rica y variada procedencia: desde la literatura realista USA de entreguerras al cine alemán de la república de Weimar, y desde el expresionismo a la dramaturgia brechtiana con canciones y escenografías de sentido notablemente distanciador. Porque aunque no es el primer musical pesimista de la historia del cine —ahí está Siempre hace bien tiempo (1955), de Stanley Donen y Gene Kelly—, sí es el que lleva más lejos su afán desmitificador, como ese apoteósico final falsamente feliz cuyo nítido cielo azul representa la ansiada pero imposible evasión de la prosaica y trágica realidad a ras de suelo.
Lamentablemente, pese a su interés y a lo costoso de su producción, el carácter no gratificador del relato y su exhibición en V.O.S. difícilmente hará de Dinero caído del cielo, estrenado con seis años de retraso, un éxito de taquilla. Por eso lo considero de urgente y obligada visión para cinéfilos.
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