(2) SUGARBABY, de Percy Adlon.

AMORES SIN COMPLEJOS
Percy Adlon escribió expresamente este guión para la protagonista Marianne Sägebrecht, quien a su vez eligió a su compañero de reparto Eisi Gulp, ambos del mundo de la farándula, narrando una insólita historia de amor entre una joven de 35 años, gorda y solitaria, empleada de funeraria, que pasa su tiempo libre recluída en su apartamento viendo la tele y comiendo golosinas en la cama, y un apuesto conductor de metro, seducida ella por su voz y por su aspecto y seducido después él mediante un meticuloso y osado plan de acoso.
La película, al margen de la mayor o menor verosimilitud de la anécdota, viene a ser un canto esperanzado a la vida y al placer, desde las imágenes iniciales de una protagonista muerta en vida hasta su frenético baile de rock & rock, con una cámara que empieza el relato de forma estática para terminar siguiendo dinámicamente las acciones de los personajes.
No se trata de una típica historia rosa, sino de una inyección de optimismo, con el triunfo de la voluntad de una persona que rompe su pasividad, que mejora su aspecto físico y que toma la iniciativa en relación con el varón, quien adopta entonces la actitud de dejarse querer, en una inversión de los tradicionales papeles que lo convierten en un “hombre objeto”. Situación determinada no sólo por los mimos y atenciones que le deara su nueva compañera, sino por contraste con la fría y autoritaria conducta de la propia esposa, que en definitiva pondrá fin al episódico idilio.
Al atractivo del film contribuye la original fotografía de Johanna Heer, que ilumina los planos con focos de colores artificiales que confieren al film un tono a la vez onírico y sensual. Pero Sugarbaby no acaba de convencer, pese a su novedoso planteamiento y de realización. Aparece como una propuesta curiosa pero superficialmente explorada. Y así, ni funciona como comedia desmadrada ni como crónica de las angustias y anhelos de un sector social que podríamos denominar como “marginados sentimentales”. En este sentido, es interesante la confesión íntima de la protagonista, en un monólogo de gran valor humano.
Con razón se ha dicho que la pelíucla está concebida desde un punto de vista femenino, por cuanto viene a exteriorizar el deseo reprimido o el sueño imposible de aquellas mujeres condenadas o resignadas a vivir en medio de cotidianas frustraciones afectivas y eróticas.
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