(0) YO, EL HALCÓN, de Menahem Golan.

APOLOGÍA DEL MÚSCULO
La última película de Sylvester Stallone apenas se diferencia, por la simpleza de sus planteamientos, de los de Rocky (1976) o Rambo (1982), conectando más con la irracional apología del músculo de la primera que con la militancia ultra de la segunda.
El protagonista, ahora camionero, se muestra como un padrazo que debe recuperar la custodia y el cariño de su hijo y alcanza la gloria finalmente, de forma poco verosímil a juzgar por las cachas de sus contrincantes, al conquistar el campeonato mundial de “pulso y fuerza”.
La épica imperial ha dejado paso al melodrama familiar, pero el músculo sigue mandando.
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