(1) OCHO MILLONES DE MANERAS DE MORIR, de Hal Ashby.

ACIAGA ATRACCIÓN
Nunca se ponderará lo suficiente la negativa influencia de la narrativa telefílmica sobre el cine USA actual: esquematismo, superficialidad, apresuramiento, efectismo, etc. Y así, un policíaco como Ocho millones de maneras de morir no sólo no tiene nada que ver con el genuino cine noir sino ni siquiera con los presupuestos más clásicos del género.
Un exdetective de la brigada de narcóticos, que está intentando dejar el alcohol, busca al asesino de una prostituta en los bajos fondos de Los Ángeles. En el transcurso de la investigación conoce a otra prostituta, que, contra su voluntad, acaba inmiscuyéndose en su vida. Lejos de retratar con acierto un entorno de corrupción, ambigüedad moral, violencia psicológica y crimen, aquí el agente acaba regenerándose de la botella tras redimir a la chica del proxenetismo y de su adicción a la coca, una vez liquidado el malvado traficante hispano, lleno de tics y con la pituitaria destrozada por el esnife. Ningún cuestionamiento sobre la ley y el orden, el mercantilismo de personas o las relaciones personales.
Lo dicho: como en la televisión, todo acaba bien. La digestión fácil y a dormir con la conciencia tranquila.
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