(2) MAD DOG MORGAN, de Philippe Mora

LAS ANDANZAS DE UN FORAJIDO
Resulta curioso comprobar cómo se parecen, en lo fundamental, las historias de todos los famosos bandoleros cuyas andanzas han pasado a la memoria colectiva: desde El Tempranillo en Sierra Morena a Billy “el niño” en el Oeste americano. No es una excepción el caso de Daniel Morgan, emigrante irlandés afincado en Australia a mediados del siglo XIX, inmerso en la fiebre del oro, arruinado, marcado por una traumatizante experiencia carcelaria y dedicado en lo sucesivo a una vida errante como salteador de caminos, ladrón de granjas y asesino sin escrúpulos.
La fiel compañía de un nativo, que le salvó la vida, gran conocedor de aquellas tierras, y la ayuda ocasional de algunos campesinos y marginados, le permitió escapar durante años al acoso de la policía, una vez puesto precio a su cabeza. Y así, la película se presenta como una crónica fidedigna de las peripecias delictivas del protagonista, encarnado por un comedido Dennis Hopper, generoso o despiadado según las ocasiones, sobreviviendo a duras penas, verdugo de unos y víctima de unas circunstancias sociales sustentadas por un poder implacable representado por la Corona británica, sus delegados y los agentes de la ley y el orden.
Pero cuando termina el relato, con un Morgan solitario y cansado rodeado y abatido en una emboscada, uno se pregunda si esta crónica que se pretende realista y escrupulosa, con fidelidad en ambientes y paisajes, nos convence tanto como las elaboraciones estéticas que algunos maestros del western han logrado acuñar, elevando la historia cotidiana a la categoría épica y lírica de la expresión artística. En suma, la cuestión estriba en si preferimos la estricta crónica de una injusticia social o la hermosa rotundidad del mito. John Ford resolvió el dilema en la magistral El hombre que mató a Liberty Valance (1962) apostando por la leyenda.José Vanaclocha
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