(2) PLENTY, de Fred Schepisi.

DRAMA DE “QUALITÉ”
Quizás lo que mejor defina el concepto de “qualité” sea el desfase entre pretensiones y logros, es decir, la disfunción entre ropaje formal y contenido del mensaje, creándose una falsa sensación de valor artístico como resultado de una hipertrofia de las formas expresivas, que adquieren una exagerada autonomía en relación a lo que se pretende comunicar.
Y así, a mi juicio, Plenty puede calificarse como un film de “qualité” por cuanto todo se subordina al festival interpretativo de Meryl Streep en sus diversos registros, convenientemente arropado por una cuidada fotografía y por unos movimientos de cámara calculados minuciosamente. El australiano Fred Schepisi logra configurar, pues, un producto correctamente realizado que intenta hacernos pasar por profundo y complejo cuando en realidad se trata de un relato bastante incoherente y superficial.
Los vaivenes del carácter de la protagonista, sus diferentes y contradictorios estados de ánimo y reacciones, carecen de una sólida estructura dramática en el guión —una mujer liberada e inconformista que más bien parece una neurótica emocionalmente inestable necesitada de tratamiento psiquiátrico—. Y con esta ausencia de sentido riguroso en el punto de vista, tampoco adquieren la suficiente entidad las críticas que el film sustenta en torno a la idiosincrasia británica, la política inglesa ante Suez y Oriente Medio y, en general, la definición de la diplomacia como una actividad hipócrita, soluble y carente de fundamentos éticos.
En el fondo, aquí encontramos de nuevo las propuestas acomodaticias y complacientes que eluden el compromiso y al complejidad en el análisis: un romanticismo delicuescente consistente en huir de la conflictividad del mundo real para refugiarse en la añoranza de un paraíso perdido, de un pasado idealizado que en esta ocasión es la Resistencia antinazi, el fugaz idilio juvenil y la verde campiña francesa.
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