(1) TARGET: AGENTE DOBLE EN BERLÍN, de Arthur Penn.

ASUNTOS DE FAMILIA
El interés actual del cine de espionaje estimo que debería apoyarse en alguno de estos aspectos: 1) un planteamiento político justificado en el contexto de la Guerra Fría; 2) un conflicto dramático serio y original sustentado en la personalidad del espía; y 3) una narrativa fílmica de gran perfección formal o de una espectacularidad impactante, inspirada en el cine de Hitchcock o en algunos títulos de la saga James Bond.
Pues bien, en Target: agente doble en Berlín Arthur Penn demuestra la solidez de su oficio pero queda muy limitado por el afán de sintetizar muchas de las líneas antes apuntadas, sin que el guión acabe de convencernos y de hacernos partícipes del drama humano del protagonista, una antiguo agente de la CIA (Gene Hackman), ya retirado, cuya esposa es secuestrada para hacerlo objeto de venganza al creerle culpable de la matanza de la familia de otro espía años atrás.
La personalidad del protagonista y sus problemas familiares quedan totalmente desdibujados ante la mecánica del género y sus exigencias, con esa sucesión ininterrumpida de persecuciones y asesinatos, perpetrados por los malos de turno, impulsados por misteriosos móviles que sólo se aclaran al final, en la resolución de un suspense bastente artificioso consistente en ocultar datos al espectador y que en una repentina pirueta erige en malvado supremo precisamente a uno de los agentes más libres de sospecha.
No llega a ser una película reaccionaria pero tampoco se aparta de los caminos más transitados del género de espías, pese al mensaje humanista sobre las excelencias de la familia frente a la depravación de los profesionales de la muerte.
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