(1) BERLÍN INTERIOR, de Liliana Cavani.

AFFAIR EN EL III REICH
Exhibida sin éxito en el último festival de Berlín, donde abuchearon a la realizadora en una mesa redonda donde ella respondió con insultos a la prensa y al público, Berlín interior es seguramente la peor película hasta la fecha de Liliana Cavani, por cuanto sus principales limitaciones alcanzan unos niveles casi intolerables.
A finales de los años 30 en Berlín, en plena campaña del régimen nazi para “moralizar” las altas esferas reprimiendo la homosexualidad, los amores lésbicos entre la esposa de un diplomático alemán y la hija del embajador japonés son narrados de forma reiterativa, más atenta la realizadora al golpe sensacionalista y escandaloso que al rigor en la construcción dramática y a la coherencia de los personajes. Porque lo cierto es que el contexto represivo nazi no deja de ser un mero telón de fondo sin demasiado engarce con la historia narrada y que la cita inicial de Schopenhauer sobre la armonía y la libertad del individuo frente al caos exterior no deja de ser una frivolidad absoluta, cuando en el film se aprecia una flagrante contradicción entre las conductas transgresoras de las protagonistas y un estilo en el que predomina un punto de vista puritano y traspasado por un sentimiento de culpa expresado con abundantes elipsis y ausencia total de desnudos.
Incluso aseguraría que la película va perdiendo su posible interés inicial conforme van trascurriendo sus 115 minutos de metraje, hasta desembocar en un vulgar dramón burgués, repleto de redundancias y de situaciones convencionales, en el que pasiones, celos, mentiras, infidelidades, remordimientos y esclavitudes amorosas forman un conglomerado difícilmente digerible.
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