(0) 9 SEMANAS Y MEDIA, de Adrian Lyne.

EROTISMO DE DISEÑO
A pesar de la amplia promoción desplegada, 9 semanas y media me ha parecido el timo de la estampita. El realizador Adrian Lyne, procedente del mundo de la publicidad, ha elaborado un gigantesco videoclip con todo un repertorio de imágenes preciosistas aderezadas caprichosamente con retazos de música pop, para narrar una tópica historia de amor entre un apuesto financiero de Wall Street (Mickey Rourke) y una guapa galerista de Manhattan (Kim Basinger).
Pero como los tiempos adelantan que es una barbaridad y la taquilla manda, la banalidad y el conservadurismo fotonovelero hay que disimularlo cambiando algo, el envoltorio, para que en el fondo todo siga igual. Y hete aquí a la pareja protagonista realizando una serie de juegos eróticos fantasiosos —en la línea de blandipornos de celofán apto para mentes bienpensantes como Emmanuelle (1974) o Historia de O (1975)— cuya capacidad de transgresión o provocación es nulo, sencillamente porque el muchacho tuvo una infancia llena de privaciones económicas y ahora, ya rico, quiere permitirse ciertos caprichitos perversos que antes parecen fruto de una lectura descafeinada y decorativista del Marqués de Sade que de la asunción de la ética y de la estética, pongamos por caso, de La gran comilona (1973), Saló, o los 120 días de Sodoma (1975) o El imperio de los sentidos (1976).
Para que la píldora sea tragada más fácilmente y el artificio parezca natural, Lyne adopta ciertos “tics” realistas que van desde el rodaje en exteriores a la presencia de extras callejeros y desde la utilización de intelectuales y artistas neoyorkinos a la conclusión no feliz del relato.
La película hubiera ganado en interés si las intenciones se hubieran dirigido en otra dirección: la crónica cínica y cruel de la seducción de una hermosa jovencita por un macarra perfecto, con todo el ritual de esclavización de la mujer en el que el hombre combina estratégicamente falsa ternura y violencia, aparente generosidad y búsqueda de provecho, calculada frialdad y suministro de afecto y de placer en dosis perfectamente evaluadas. Pero, evidentemente, no iba por ahí la cosa.
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