(3) POLLO AL VINAGRE, de Claude Chabrol.

DINERO, SEXO Y GASTRONOMÍA
Más allá de la subordinación del film a la estructura narrativa de una investigación detectivesca, de su adscripción al género noir y las notas gastronómicas esparcidas por un Chabrol consumado gourmet, Pollo al vinagre revela ya en los pregenéricos —imágenes de una fiesta elegante congeladas por el disparo de una cámara fotográfica— que se trata de una minuciosa crónica de costumbres, de una mirada sobre unas gentes provincianas que persigue, más que perfilar un esquema de misterio o de suspense, el desvelar sus manías, neurosis y frustraciones.
Y así, el film encaja perfectamente en el resto de la obra chabroliana y que evidencia un gran conocimiento sobre la burguesía y pequeña burguesía, con la hipocresía y la mentira como “modus vivendi” habitual, precisamente al erigir como núcleo protagonista a los tres miembros de la sociedad inmobiliaria —un notario, un médico y un carnicero— implicados en un asunto criminal como consecuencia de sus actividades tanto económicas —especulación, chantaje— como privadas —infidelidad conyugal—, pues como ha señalado J. E. Monterde “la economía en general y la economía doméstica no son más que dos aspectos de una misma realidad“.
La realización de Chabrol es aquí, de nuevo, un prodigio de minuciosidad, de precisión y de sutileza, utilizando un punto de vista predominantemente irónico y distanciado, lo que le permite una lucidez mucho mayor, por ejemplo, que la de un Truffaut, a quien frecuentemente perjudicaba el amor que profesaba por los personajes, con predominio del sentimiento sobre el análisis racional. En Chabrol, incluso el personaje de Stephane Audran es contemplado sin misericordia, casi con crueldad; una mujer abandonada por su marido, venida económicamente a menos, que espía el correo de sus vecinos y que se finje paralítica para tener a su hijo dominado.
¿Y la comedia? Pues aparte de servirle al director para ofrecernos un buen repertorio de sus conocimientos gastronómicos, también funciona simbólicamente como un modo de retratar y definir a los personajes, pues con sus formas y gustos, vulgares o refinados, están desvelando sus particulares maneras de relacionarse con el mundo exterior y de apropiárselo. La codicia convertida en rito social, la necesidad fisiológica elevada a la categoría de lujo placentero.
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