(3) PAPÁ ESTÁ EN VIAJE DE NEGOCIOS, de Emir Kusturica.

ESTALINISMO Y VIDA COTIDIANA
Una magnífica película, premiada en el festival de Cannes, la segunda de Emir Kusturica, un joven realizador yugoslavo de 31 años que cursó estudios de cine en Praga y de quien ya conocíamos su opera prima ¿Te acuerdas de Dolly Bell? (1981), galardonada en el festival de Venecia y en la Mostra de Valencia.
Papá está en viaje de negocios, título irónico para referirse a la odisea de un hombre encarcelado por motivos políticos tras el telón de acero, tiene como eje narrativo dominante el punto de vista de un niño de seis años que presencia, asombrado y extrañado, los acontecimientos familiares, sociales y políticos de los primeros años 50 en Yugoslavia, los momentos anteriores a la ruptura de Tito con la hegemonía soviética de Stalin. Y lo que más se admira en el film es la soberbia dirección de Kusturica, su tremenda capacidad para combinar sin estridencias el drama y la comedia, su gran habilidad para relacionar la crónica de la realidad cotidiana con la situación general del país, su sabiduría narrativa para evitar todo exceso melodramático o concesión a la galería a la hora de retratar los conflictos sentimentales o las relaciones eróticas, y en defintiva, su maestria para pasar desde la prosaica descripción naturalista de lo más inmediato a unos niveles de lirismo realmente meritorios.
La clave del relevante estilo de Kusturica reside, sin duda, en haber rescatado la dignidad del concepto “costumbrismo”, que aquí no debe entenderse como banalidad, superficialidad y anecdotismo, sino como fiel recreación de un universo cotidiano —tipos, situaciones, ambientes, canciones, etc.— cuajado de matices contradictorios y conflictivos.
Familia, aldea y país sin los contextos en los que el film sitúa el análisis de unas dramáticas vivencias personales dominadas por la represión y el dogmatismo, con el predominio absoluto de las consignas del partido, el culto a la personalidad, la censura, el miedo a la policía secreta y el silencio, hasta llegar al momento de la autonomía nacional en el que la reconciliación interior se produce no sin traumas ni cicatrices.
El mérito principal hay que atribuirlo al director, a su labor de dirección llena de pericia y de sensibilidad, cuidadosa planificación, matizada dirección de actores, montaje que dosifica la duración del plano y del ritmo narrativo… Secuencias como las de la comisaría, la pelea conyugal, la circuncisión o la salida nocturna del pequeño sonámbulo bastarían para consagrar a un cineasta. Y así lo han entendido, justamente, los críticos y los jurados de diversos festivales.
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