(2) LOS MEJORES AÑOS DE MI VIDA, de Martin Ritt.

LA ASPIRANTE A ESCRITORA
Adaptación fílmica de una novela, con rasgos autobiográficos, de la escritora estadounidense Marjorie Keenan Rawlings, ganadora del premio Pulitzer, que tras su divorcio marchó a una región pantanosa de Florida para trabajar lejos del ajetreo urbano. Allí tuvo que adaptarse a las duras condiciones de vida del lugar, a la pobreza imperante y al aislamiento, pasando dese el cultivo de la novela gótica al relato testimonial sobre la gente de aquellos parajes, dedicada a la agricultura y la caza, una obra literaria con la que logró finalmente el éxito económico y la fama.
La película es, más que un alegato feminista —la protagonista desea vivir sola e independiente realizándose como novelista, en vez de subordinarse a las exigencias del matrimonio—, un apasionado canto a la Naturaleza, a la magnificencia del viento, el agua, la tierra y las plantas. La fotografía de John A. Alonzo es impecable y muy bella la música de Leonard Rosenman. La labor de Martin Ritt es todo lo aplicada a que nos tiene habituados: rigor en la planificación y sabia dirección de actores. Pero no alcanza la altura de La ruta del tabaco (1941) de John Ford o de El hombre del Sur (1945) de Jean Renoir, por poner dos ejemplos con parecidos contextos y similares conflictos humanos.
Aquí se aprecia cierta superficialidad en los personajes y un evidente edulcoramiento a la hora de mostrar sus tensiones y problemas. En suma, se ha sustituido la fuerza testimonial sobre la miseria, la ignorancia y la violencia por un dramatismo de corte sentimental donde el lirismo sublima y anula los aspectos menos gratificantes de la realidad. Exigencias de la taquilla o excesivo respeto a un personaje protagonista cuyas virtudes había que exaltar.
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