(3) LA CANCIÓN DEL VERDUGO, de Lawrence Schiller.

DRAMA CARCELARIO INSPIRADO EN HECHOS REALES
Como en el caso de Quiero vivir (1958) de Robert Wise y de A sangre fría (1967) de Richard Brooks, se trata de una crónica realista sobre un delincuente condenado a muerte finalmente ejecutado. Efectivamente, el debut de Lawrence Schiller narra la dramática peripecia vital de Gary Gilmore, que se hizo famoso en todo el mundo por su deseo de morir fusilado, rechazando todo recurso judicial susceptible de conmutar la pena capital, que fue finalmente llevada a cabo a mediados de enero de 1977.
La película cuenta con un documentado y preciso guión de Norman Mailer, sin concesiones al melodrama, con una buena fotografía de Freddie Francis y con una excelente interpretación, destacando Tommy Lee Jones en el papel protagonista.
Sin llegar a la perfección del film de Truman Capote y Richard Brooks, La canción del verdugo es un estimable producto que suministra abundante información sobre la personalidad de Gilmore —antecedentes familiares, sus doce años de presidio, su inestabilidad emocional, su incapacidad para adaptarse a la vida normal, sus dificultades laborales y sexuales, etc.—, explicando su agresividad y su absoluto desarraigo en una sociedad como la estadounidense que sólo parece estar hecha para los triunfadores y no para los marginados como el protagonista, un perdedor nato, forzado por las circunstancias a la comisión de dos asesinatos tan crueles como faltos de motivación racional.
Las reflexiones a que da lugar la película son abundantes: los problemas para deslindar la personalidad normal de la patológica en un sujeto condicionado y presionado por múltiples factores sociales negativos atestados de agresividad; la imposibilidad de reinserción social de los condenados a largos años de cárcel; la función judicial legitimada socialmente para impartir justicia contra individuos que difícilmente pueden elegir entre pacífica convivencia y crimen; la especulación sensacionalista de los medios de comunicación sobre el drama ajeno y los beneficios económicos derivados de esta situación, etc.
La canción del verdugo tiene el mérito de hacer que comprendamos y compadezcamos al protagonista sin explotar apenas nuestra fibra sensible. Falla, a mi juicio, por una excesiva acumulación y dispersión de datos, por una cierta superficialidad en el estudio de la galería de personajes y por la falta de ese estilo vigoroso que nos hace añorar a los grandes cineastas frente a los meros funcionarios de la cámara.
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