(3) EL RIESGO DE LA TRAICIÓN, de David Jones.

EL AMOR TAMBIÉN MUERE
Harold Pinter, dramaturgo y guionista de cine, siempre se ha mostrado como un analista implacable y distanciado de los sentimientos y de las conductas humanas. Y lo que fue una pieza escénica estrenada con éxito en 1978 se ha convertido en una película sobre el clásico triángulo amoroso formado por el marido, la esposa y el amante de ésta.
Sin la maestría de Losey, David Jones se limita a dirigir correctamente a los actores, fotografiándolos en plano-contraplano mientras sostienen largas conversaciones en interiores, en un tono banal y sobre asuntos cotidianos, mostrando escenarios exterioes sólo a modo de transición entre una secuencia y la siguiente. Y aquí hay que lamentar la ausencia de la versión original inglesa, en una obra en que tan importante o más es la forma de dialogar como lo que se dice.
Pero si el argumento no puede ser más trillado y la puesta en escena tiene sus limitaciones, el interés del film radica no sólo en la calidad del texto de Pinter sino en su estructura narrativa: una serie de flashbacks encadenados hacen empezar la película con la ruptura de los amantes y finalizarla precisamente en el momento del inicio del romance, con lo que el tradicional happy end alcanza aquí un sentido tremendamente irónico y demoledor tras haber visto la evolución de las relaciones amorosas, una continua degradación de los sentimientos desde la pasión que todo lo arrasa a la rutina, la indiferencia y el desamor.
El tono del relato se mantiene siempre alejado de cualquier concesión al romanticismo, dominando la contemplación de las dificultades familiares, laborales y psicológicas que conlleva una relación condicionada básicamente por el egoísmo, la hipocresía y los celos.
Los buenos actores son una baza importante en un film que constituye una crónica meticulosa, aunque sin las genialidades loseyanas, del fatal deterioro y de la mentira que presiden las relaciones amorosas de la pareja, ya sea ésta conyugal o extramatrimonial.
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