(1) CUANDO EL RÍO CRECE, de Mark Rydell.

LUCHA POR EL HOGAR
Lejos del lirismo progresista de Río salvaje (1960) de Elia Kazan y mucho más cerca de En un lugar del corazón (1984) de Robert Benton, Cuando el río crece se sitúa en el terreno descafeinado del cine “social” de la era Reagan, es decir, aquel en el que los conflictos colectivos son hábil y alevosamente sutituidos por el melodrama individual y familiar.
Cuando la ideología cede todo el protagonismo a los sentimientos sucede como aquí, que los modestos granjeros protagonistas deben luchar sin tregua no ya contra un sistema económico favorecedor de los poderosos sino contra las inundaciones y contra la maldad de un cacique que ambiciona no sólo sus tierras sino también a la esposa. Y tras la interminable sucesión de catástrofes naturales, accidentes laborales y desgracias personales, llega el reconfortante final feliz.
El mediocre Mark Rydell pasa de largo por lo “social” para dedicarse a resaltar los bellos contraluces de bucólicos atardeceres y a conseguir el ángulo más fotogénico del guapo Mel Gibson. Aquí todo parece justificado para el logro del excelso fin de conservar la pequeña propiedad agraria y la perfecta cohesión familiar.
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