(3) A CHORUS LINE, de Richard Attenborough.

PARA LOS AMANTES DEL MUSICAL
Adaptación de la famosa comedia musical de James Kirkwood que comparte la filosofía de Bob Fosse en All That Jazz (Empieza el espectáculo) (1979) —apología de la magia y el esplendor del género—, pero con una estructura narrativa más cercana a Fama (1980) —los esfuerzos de unos bailarines por encontrar trabajo y alcanzar el éxito profesional—. A Chorus Line se desarrolla en torno a dos líneas dramáticas: la rigurosa selección de ocho bailarines para formar el conjunto de una nuevo obra en Broadway, por una parte, y la reanudación de una antigua historia de amor entre un coreógrafo y una veterana bailarina, por otra.
Buena música de Marvin Hamlisch y Edward Kleban, imaginativa coreografía y extraordinarios bailarines qu demuestran su excelente preparación física y técnica, en un repertorio de nímeros que componen una antología de estilos de lo que se entiende por baile moderno. Por ello, sería un sacrilegio comparar las evoluciones desangeladas y torpes de la mayoría de conjuntos de las revistas e incluso ballets que nos visitan con la maravillosa disciplina colectiva, originalidad, rigor y perfección de los protagonistas de esta película.
Pero como sucede con frecuencia, la parte musical y coreográfica brilla a mucha mayor altura que la parte literaria que le sirve de pretexto argumental. Entiéndase bien, no censuro ciertas convenciones necesarias y admisibles en este tipo de obras, sino la dimensión humana y dramática con que se pretende rodear a los personajes: impúdica confesión pública de la biografía de los aspirantes, con peripecias vitales repletas de episodios traumatizantes y, sobre todo, un ingenuo romance amoroso entre antipático coreógrafo y bailarina en paro, que reviven una anterior relación mostrada mediante breves flash-backs.
Un film con limitaciones pero muy recomendable para los amantes del musical. Una muestra antológica del baile contemporáneo, con excelentes profesionales, que nos revela la hermosura sublime del arte de la danza y que nos sugiere el enorme placer de verlo y de practicarlo. Ahí está la apoteósica secuencia final, multitudinaria y prolongada interminablemente, como resumen y culminación de las propuestas éticas y estéticas de un deslumbrante espectáculo.
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