(1) RUFIANES Y TRAMPOSOS, de Henri Verneuil.

UN CARGAMENTO DORADO
Otro producto al servicio exclusivo del star-system, en este caso de Jean-Paul Belmondo, realizado por el siempre gris y anodino Henri Vermeuil, incapaz de trascender el absoluto convencionalismo del guión y de los personajes en una historia situada en el norte de África durante la II Guerra Mundial.
Belmondo es el legionario valiente y simpático, pícaro pero noble, que va tras un botín de lingotes de oro. La mínima lógica exigible incluso en un género como el de aventuras brilla por su ausencia, y todo se subordina al lucimiento personal del héroe, que no sólo logra sortear a todos sus enemigos sino que incluso aparece como un patriota a los ojos de los aliados.
Belmondo es actualmente el actor más taquillero del cine francés y lamentablemente ello lo consigue a costa de rebajar al máximo sus niveles de exigencia.
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